El Festival de Cine de Málaga ha cerrado su vigesimocuarta edición con una inversión directa en la ciudad de 1,8 millones de euros. Eso, solo en gastos por parte de la propia organización. En ella, han participado 170 empresas malagueñas, 23 colaboradores y 144 trabajadores directos temporales. Todos capitaneados por Juan Antonio Vigar, responsable del evento desde 2013. El también director del Teatro Cervantes de Málaga evalúa positivamente la segunda edición en pandemia del Festival. “Ha habido más demanda que la oferta que hemos podido plantear”, lamenta. El certamen cumplirá el año que viene un cuarto de siglo con la esperanza de volver a la normalidad. De momento, 1.500 test de antígenos y 312 largometrajes visionados. “Hemos tenido una participación desde el punto de vista audiovisual del tipo prepandemia”.
¿Qué balance extrae de la segunda edición pandémica del Festival?
Para nosotros ha sido una edición muy positiva. Hemos vuelto a reproducir ese Festival amable y a la vez seguro que ya desarrollamos en la edición anterior. Hemos construido una selección que vuelve a ser la foto fija de lo que se hace en el cine español y en español. Eso nos ha permitido tener una edición diversa y rica en contenido, que ha equilibrado directores con trayectoria ya larga como Agustí Villaronga, que ha ganado seis biznagas incluida la mejor película y dirección, junto a directores y especialmente directoras que hacen ópera prima de enorme interés. Como balance le diría que enormemente positivo porque hemos realizado tres festivales en 15 meses: el primero que no se hizo también estaba preparado, luego hicimos el de agosto y ahora el de junio. Hemos hecho tres festivales en quince meses. Ha sido un esfuerzo enorme desde un punto de vista logístico y de producción, pero hemos conseguido ser útiles para el visitante y para la ciudad.
¿La valentía del año pasado ha hecho que este resulte todo más fácil?
Le diría que, desde el punto de vista de los protocolos ya desarrollados y del conocimiento exhaustivo y de contar con unos antecedentes, podría decirse que sí. Pero había un dato añadido que nos preocupaba este año: el exceso de confianza respecto a las medidas sanitarias que están establecidas. Lo que hemos hecho es extremar si cabe aún más las precauciones realizando toda una serie de campañas complementarias. Teníamos que demostrar que la cultura es segura y que los protocolos funcionan y que el Festival de Málaga es un evento prestigioso por el rigor y la seriedad de sus planteamientos.
«Ha sido un esfuerzo enorme desde un punto de vista logístico y de producción, pero hemos conseguido ser útiles para el visitante y para la ciudad.»
¿Cómo han recibido estas medidas los visitantes?
De una manera extraordinaria en las dos ediciones. Ya el año pasado demostramos que sin antecedentes previos fuimos los primeros que realizamos un evento cultural y audiovisual de este calibre. Conseguimos convencer a todo el mundo de que era seguro. De hecho, muchos compañeros míos de otros eventos vinieron para usar Málaga como banco de buenas prácticas. De aquí se llevaron mucha información que le permitió aplicarla en sus respectivos festivales. Creo que hasta que no se consiga esa inmunidad colectiva no deberíamos hacer otra cosa que seguir las normativas y los criterios sanitarios que se nos imponen porque al final vienen a salvaguardar la salud de todos.
¿Volveremos a la normalidad para 2022?
Es nuestro deseo. Estamos trabajando desde hace meses en dos ediciones al mismo tiempo: la 24 y la 25. La 24 ha sido muy positiva, pero todavía ha estado impregnada de esta prudencia que nos ha hecho que en lugar del modelo tradicional hayamos planteado un formato adaptado a las circunstancias donde el evento social ha desaparecido. Nuestra ilusión, y con ese objetivo estamos trabajando, es que en el mes de marzo del año que viene (del 18 al 27) celebremos la 25 edición. Es una cifra muy referencial, 25 años y nuestro objetivo es que la edición sea muy celebrativa, que haya alfombra roja para el público y que la distancia que nos separa ahora sea una distancia que nos una definitivamente.
«Para ganar más utilidad, debemos convertirnos en un evento que acompañe al audiovisual desde sus primeros estadios.»
¿Qué margen de mejora tendría este Festival?
El Festival ha pasado a ser un festival español a un festival de cine en español. Eso significa que se ha convertido en referencia internacional en el foco de 23 países que compartimos un idioma común. Eso ha propiciado que el Festival de Málaga tenga en este momento 17 convenios de colaboración con países distintos en la línea de desarrollar trabajos conjuntos. En el ámbito nacional, hemos constituido una coordinadora de festival con Huelva, Sevilla y ahora se ha sumado Valladolid. Eso ha supuesto que Málaga alcance un nivel de prestigio importante y de proyectos estratégicos no solo para la ciudad, si no para la Comunidad Autónoma y para el país. Por dar un dato, en el último Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea, el Festival de Málaga se consideraba el primer proyecto cultural de Andalucía y en el puesto número 11 a nivel nacional. Nuestro margen de mejora debe ir en esa línea: consolidar el Festival como un referente en el cine español e iberoamericano, pero además fortaleciendo cada vez más su área de industria. Para ganar más utilidad, debemos convertirnos en un evento que acompañe al audiovisual desde sus primeros estadios: desde el guion hasta el mercado internacional.
¿Estaría entonces en la primera división?
Sin duda. El Observatorio nos sitúa en posiciones de máximo prestigio dentro de los proyectos culturales de España. No hablemos ya del proyecto insignia de Andalucía… Creo que se puede hablar de un festival muy consolidado, que ha sabido ir adaptándose a la evolución que ha tenido el propio cine español, que cada vez trabaja más con el mundo iberoamericano. Creo que estas dos últimas ediciones también nos han consolidado dentro del sector y nos han hecho ganar prestigio como un evento serio, riguroso y que basándose en la prudencia ha sabido ser útil.
¿Cómo es la relación de los patrocinadores con la cultura?
Le diría que la relación con ellos ha sido excelente en este proceso. Nuestros patrocinadores, empresas e instituciones, han mantenido vivo su compromiso con el mundo de la cultura en tiempos muy difíciles, algo que hay que agradecer de manera muy especial. Hoy en día cada patrocinador analiza dónde invierte cada euro y ese euro qué retorno le da. Ese binomio inversión-resultado ha hecho que en nuestro caso el festival sea interesante para los patrocinios. Animo a las empresas a que se sumen a este proyecto porque es un proyecto ganador. El estudio de medios de la 23 Edición ha sido la que ha tenido mayor impacto económico de la historia: 57 millones de euros.
«Muchos compañeros míos de otros eventos vinieron para usar Málaga como banco de buenas prácticas.»
Usted también es director del Teatro Cervantes ¿Cómo le ha afectado la pandemia?
La pandemia ha afectado de manera muy dura a nuestro Teatro. Por varias razones, la primera por el periodo que tuvimos de cierre total de las instalaciones desde el 14 de marzo al 18 de junio, que fue cuando abrimos el Echegaray por primera vez y el Cervantes finalmente se abrió en agosto. Como puede comprender, una gestión que debe asumir esa caída de taquilla pone muy en riesgo la cuenta de resultados de la sociedad municipal que lo gestiona. En ese sentido, tuvimos que recurrir al Ayuntamiento, que nos ayudó y ha sido ejemplar en todos estos meses. Confiamos que este verano podamos ir a aforos cada vez más plenos y que la taquilla del segundo semestre se reactive. También la gente está un poco reticente, pero el que viene repite infinitas veces porque ve todas las medidas de seguridad sanitaria que hemos implementado.
¿Se ha discriminado a la cultura?
No hablaría de discriminación, pero sí de racionalidad. La cultura ha sido incluida dentro del bloque normativo del comercio. Nosotros no respondemos a las mismas características del comercio en general. Tenemos una experiencia desarrollada a lo largo de meses de que no hay contagios en estos espacios porque los protocolos son muy rigurosos y aunque hemos pedido que la cultura fuese actividad esencial, lo cual era bastante asumible, nunca ha sido así… Eso nos ha llevado a tener que aplicar unos horarios y aforos que, durante los últimos meses, si bien al principio era lógico y razonable, se ha ido viendo que no eran factores de riesgo y, por lo tanto, debían haberse suavizado. Nos hemos visto en la contradicción de ver como un artista debía actuar ante espectadores separados, mientras que en su viaje a Málaga venía en transportes públicos que estaban completamente llenos.