Llega el invierno y sí, se cumplen los peores presagios: segunda ola, confinamiento, toque de queda, disminución de demanda, desaceleración, insomnio… y lo que te rondaré, morena. No obstante, a la hora de la planificación laboral de nuestras empresas conviene hacer algunas reflexiones:
– Los ERTE continuarán como medida estrella. No obstante, y a pesar de los vaivenes, ya no se esperan muchos cambios en esta materia. Más allá de decisiones estratégicas sobre las actividades especialmente afectadas o el porcentaje de las exoneraciones, gran parte del pescado parece estar más que vendido.
– Debemos reiterarnos que la vida no empezó y tampoco acabará en el ERTE. La legislación laboral pone a disposición del empresario mecanismos de flexibilidad interna que permiten adaptar la mano de obra a la carga real de trabajo -descuelgues, distribución irregular de la jornada, modificaciones sustanciales-.
– Muchos ya han tomado la traumática decisión de despedir o, incluso, de abandonar sus proyectos empresariales. Así pues, parece claro que cuando se aflojen los torniquetes que el legislador impuso a través de la más que dudosa prohibición del despido por causa COVID-19, y expiren las polémicas cláusulas de mantenimiento del empleo, comenzará una hemorragia en forma de desempleo masivo.
– Ahora más que nunca es fácil y tentador no cumplir con algunos deberes. Sí, son tiempos difíciles, es cierto que la prioridad es sobrevivir partido a partido, pero las empresas harían mal en bajar la guardia a la hora de adaptar el teletrabajo a la nueva normativa, calzar mesas con planes de igualdad o eludir los preceptivos registros salariales en aras de corregir eventuales discriminaciones. Interiorizar estas y otras obligaciones normativas evitará la imposición de sanciones y complicarnos aún más la existencia en este duro invierno que aguarda.
Antonio Jesús Rodríguez Morones
Socio de IUS LABORAL ABOGADOS