Y yo casi ni me entero. Iba a una reunión de trabajo a la hora de la siesta, y me topé con un cartel tamaño A3 (o sea, casi invisible) en la puerta del edificio Mena: “Información e Incentivos”, Jean Tirole, Premio Nobel de Economía. Se suponía que era una conferencia y, en efecto, lo fue. Cancelé mi cita con un mensaje lacónico.
Según costumbre, los presentadores emplearon, en total, casi más tiempo que el conferenciante. Ya digo, pasa mucho, incluso aun cuando, como era el caso, los presentadores no estaban aún jubilados (imagínense cuando lo estén: dicen que el primer síntoma del jubilado es el cambio de la noción y de la medida del tiempo, que tiene una explicación económica, además de geriátrica, que ahora no voy a darles).
Tirole vino a hablar de su libro más reciente, La economía del bien común. Muy interesante, la verdad, se lo aconsejo a todos ustedes[1] por su contenido relativamente asequible para lectores no especialistas. No estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de conocer personalmente a alguien a quien admiro y de quien tanto he aprendido. Mi conocimiento de la obra de este economista prominente es bastante parcial, aunque muy centrado en una de sus contribuciones más destacadas y por las que le dieron el Nobel en 2014: el estudio de la regulación y del funcionamiento de los mercados. Fui capaz de empollarme su obra más relevante sobre esta materia, escrita junto con su ya fallecido amigo J.J. Laffont, A Theory of Incentives in Procurement and Regulation (que podríamos traducir por “La teoría de los incentivos en la contratación pública y en la regulación”), un librazo tan arduo y difícil de entender como de imprescindible lectura, del que guardo con afecto un muy garabateado ejemplar (que, a buen seguro, hubiera conseguido que Tirole me firmara, de haberme enterado con tiempo de su conferencia). Como sucede con todos los intelectuales dignos de ese nombre, es en el tramo último de su trayectoria donde hablan de lo importante y cuando suelen ser capaces de compactar su pensamiento y ofrecerlo con más claridad al gran público. La conferencia de Tirole, de poco más de 40 minutos de duración, tuvo un tono no técnico y repasó con admirable elegancia casi todos los asuntos de actualidad político-económica, como su reciente libro.
Me agradó especialmente su franco reconocimiento de que hay muchos desafíos y muy pocas respuestas. En el turno de preguntas, una de las intervenciones más incisivas, probablemente (yo estaba al final de la sala, el interpelante no se puso de pie y no pude reconocerle) de un colega economista, le llamó la atención sobre el teorema de la imposibilidad de K.J. Arrow, también Nobel de Economía, a propósito de la noción de bien común: salvo mediante la intervención de un dictador, es imposible que pueda establecerse un nivel tal de coordinación vinculante entre los agentes económicos que exista un fin o conjunto de ellos reconocido y perseguido como bien común. Tirole vino a contestarle, si no me quedé mal con la idea, que, en realidad, eso que llamamos bien común no es más que una función redistributiva ejercitada por los poderes públicos dotados de legitimación democrática. Y esa redistribución se lleva a cabo a través de dos grandes conductos, los tributos y la regulación; o sea, mediante la imposición de obligaciones de pago para recaudar dinero y aplicarlo a finalidades presupuestarias y mediante la ordenación de los mercados, con restricciones en la oferta, en la demanda, en los precios o con cualquier combinación posible de dos o más de ellas. Lo mejor que tiene todo esto es que los impuestos los pagan solo los ricos y la regulación es eficiente y justa porque corrige los fallos del mercado.
Como ocasional asistente a conferencias, debates y aquelarres académicos diversos, suelo trazar algunas conexiones entre ellos, aunque aparentemente tengan un contenido dispar entre sí. En otra que estuve anteriormente contemplé la encendida disputa entre dos empresarios sobre cómo hacer que sus competidores padecieran tantos impuestos y regulaciones como ellos ya que, de lo contrario, la competencia no sería ni efectiva ni honesta. Se me ocurrió pensar que, con esos planteamientos, no es extraño que nuestro panorama productivo se parezca a un mercado eficiente lo mismo que un desfile de cojos a un partido de fútbol de la Champions. Y es que a las aproximaciones que constituyen la corriente predominante del pensamiento económico, a la que Tirole ha contribuido de manera tan notable, se les escapa algo tan evidente como que la gente hace lo que le da la gana, también cuando toma decisiones económicas. Total, que no se nos puede dejar solos.
Curiosamente, Tirole no se refirió en ningún momento (salvo que se me hubiera perdido algo) a la materia que supuestamente anticipaba el título de su conferencia y que ya he mencionado, “Información e incentivos”. Y es curioso porque, justamente, son sus contribuciones al estudio de los incentivos en la regulación para el manejo de las asimetrías informativas en los intercambios económicos las que motivaron la concesión del Nobel, las más conocidas y en las que se centra el otro libro que les he mencionado. Es probable que alguien le hubiera soplado a Tirole que por aquí no está bien visto hablar de los contraincentivos que trasladan las subvenciones a empresas con pérdidas recurrentes, las paguitas de mínimo vital garantizado o la sistemática replicación de empresas públicas para competir con las privadas.
Por cierto, si se enteran de que algún economista, célebre o no, viene por aquí para hablar de la insustituible función de los mercados competitivos, dotados de reglas jurídicas estables e iguales para todos o, incluso, de la función redistributiva de la libre empresa, avísenme con tiempo para no perderme su conferencia.
[1] Por cierto, tienen una recesión muy aguda de esta obra por J.M. López Jiménez en http://todosonfinanzas.com/resenas-de-libros/resena-de-la-economia-del-bien-comun-de-j-tirole/
Alberto Ruiz Ojeda
Doctor en Derecho y en CC Económicas
Catedrático de Derecho Administrativo
Jean Tirole estuvo aquí
Alberto Ruiz Ojeda es Doctor en Derecho y en CC Económicas. Catedrático de Derecho Administrativo