Se trata de una etiqueta que utiliza colores y letras para clasificar los alimentos según sean más o menos nutricionales. Los colores van desde verde oscuro (la puntuación de más calidad nutricional) a rojo (la de menos), y están asociados con las letras de la A a la E. Así, un producto que esté etiquetado con una A verde oscuro significa que es interesante desde el punto de vista nutricional. Un alimento con poca calidad nutricional se acercaría a una E en rojo.
La utilidad de este sistema es que los consumidores pueden saber con un simple vistazo si el producto envasado que van a comprar es nutricionalmente aconsejable o no. Alberto Garzón, ministro de Consumo, anunció en junio de 2020 que Nutriscore se implantaría en España de forma voluntaria hasta que la Unión Europea regule su obligatoriedad. Nuestro país se sumaría a países como Francia, Bélgica, Alemania u Holanda, donde este etiquetado ya funciona. Sin embargo, el semáforo lleva meses recibiendo críticas de múltiples sectores de la alimentación porque otorga puntuaciones incomprensibles a algunos productos.
Por ejemplo, da a un queso manchego la puntuación más baja del ranking, mientras que unos quesitos light consiguen una B. El jamón ibérico también tiene la peor puntuación, una E. Y el aceite de oliva ha sido otro de los grandes suspensos. Primeramente había conseguido una D, la segunda peor nota de Nutriscore, pero se cambió a una C tras una revisión impulsada por el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, el cambio de nota no fue suficiente para el sector del aceite de oliva, que siguió insistiendo en que este alimento es saludable. Finalmente, el Ministerio de Consumo ha resuelto excluir al producto del etiquetado.
Las distintas clasificaciones se obtienen calculando el contenido de nutrientes que se encuentran en 100 gramos de alimento. Los productos que obtienen una nota baja son aquellos con cantidades más altas de calorías, azúcares, ácidos grasos saturados y sodio. Los que tienen notas más altas cuentan con proteínas, fibra y un buen porcentaje de frutas, hortalizas, legumbres o frutos secos.
Pero en la práctica, las notas que Nutriscore le otorga a algunos productos resultan extrañas porque el etiquetado no tiene en cuenta algunos aspectos. Por ejemplo, en el caso del aceite de oliva, la puntuación era tan baja por su alto contenido en calorías, pero el sistema no tiene en cuenta que nadie toma 100 miligramos de aceite de golpe ni la calidad de sus nutrientes.
Nutriscore también le da una buena nota a los refrescos sin azúcar, que obtienen una B. Desde OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) proponen que el etiquetado también valore negativamente la presencia de aditivos, como los edulcorantes, y no solo la presencia de azúcar. El Nesquik, los cereales infantiles o el pan Bimbo también obtienen calificaciones de A o B. Como consecuencia de esta polémica, están saliendo a la luz otras alternativas de etiquetado, como los llamados sellos negros que se utilizan en Chile o los perfiles nutricionales que recomienda la OMS.