Las preferencias de los profesionales para decidirse por una escuela para abordar una formación executive han cambiado mucho en los últimos años. Hoy en día, el nivel de cualificación de los profesionales es muy alto, y la velocidad a la que necesitamos adquirir nuevos conocimientos y habilidades cada vez es mayor, por lo que sus (nuestras) expectativas, sin duda, son también cada vez mayores y menos estables. Por tanto, las grandes preguntas son: ¿dónde prefieren formarse ejecutivos y ejecutivas hoy? Y, ¿qué es lo que más valoran cuando buscan un programa executive?
En primer lugar, creo necesario aclarar mi postura ante la “formación executive”. En mi opinión, la formación es una responsabilidad o, mejor dicho, una actividad que desde los profesionales (tengan el estatus que tengan), los políticos y la sociedad en general deberíamos tener asumida como compañera de viaje en todo nuestro desarrollo, tanto personal como profesional. La formación debería estar ligada a nuestros hábitos más que a nuestras obligaciones, sobre todo, en las etapas de desarrollo más intensivo. Ambas variables, hábito y obligación, están fuertemente ligadas y son intrínsecas en nuestra vida: ¡cuántas veces no habrá ocurrido que desde la obligación se alimenta la curiosidad y la inquietud! Lo que quiero decir es que el aprendizaje y el conocimiento en las etapas executive deberían ser naturales, no forzadas; nacer del propio individuo. Afortunadamente, cada vez está pasando más. Acercar la formación executive a los profesionales, bien sea a través de la tecnología o con metodologías apropiadas, está permitiendo que los individuos incorporen la formación a sus hábitos de la misma manera que hacen (hacemos) con el trabajo o con el ocio.
Vivimos en un momento complicado desde un punto de vista social y profesional. Se impone un cambio de mentalidad si queremos ser competitivos. A estas alturas, es posible que este último comentario quede muy redundante, pero es que sigue vigente. Detrás de este comentario siempre me hago la misma pregunta ¿Quiénes, desde un enfoque abstracto, hacen de los países “mercados competitivos”? Es evidente que, ciñéndonos exclusivamente al mundo empresarial, somos nosotros; los profesionales (empresarios/as, ejecutivas/os, mandos, etc.), que hacemos que se muevan los mercados… El reto está en saber cómo, aunque parece que esto no es suficiente. Ahora es vital ser precisos en el cómo, hacia dónde y con quién.
Las escuelas de negocio tenemos una gran responsabilidad. Responsabilidad procedente de la alianza que debe existir entre la comunidad empresarial y nosotros. Somos ‘cómplices’, ya que el mayor grado de especialización, innovación y conocimiento adquirido a través de nuestros programas redunda directamente en la mejora de su competitividad, y también en la reputación de la escuela a nivel global. Esto nos hace socios indisolubles, sobre todo, por la retroalimentación que puede darse y los evidentes beneficios de dicha retroalimentación.
La formación ejecutiva esperada hoy por los profesionales ya no se fundamenta, únicamente, en el prestigio de un título en particular, sino en las habilidades, experiencias, herramientas y servicios que ofrezcamos las escuelas de negocio para que día a día podamos actualizarnos, motivarnos y proyectarnos hacia nuestros sueños.
Debemos saber qué y quiénes somos para poder proyectarnos. No debemos guiarnos por sentimientos aspiracionales de dudosa sostenibilidad y consecución. La formación enriquece y, ahora, es más necesaria que nunca.
Juan Sánchez
Responsable de Executive Education en ESIC Andalucía oriental