La historia nos ha presentado a Boabdil como el rey moro que se rindió y entregó las llaves del Reino de Granada a los Reyes Católicos. Estos hechos le han configurado como cobarde y perdedor. Por si fuera poco, su propia madre reforzó esa fama e imagen con la célebre e hiriente frase que le dedicó: “llora como mujer, lo que no has sabido defender como hombre”.
Hasta aquí era lo que nos han transmitido, pero por la misma regla de tres es perfectamente válida la otra visión de Boabdil que nos ofrece una Catedrática de Historia de Granada. En ella nos presenta la otra vertiente de una misma realidad: aquél a quién hemos juzgado como cobarde y perdedor, puede haber sido alguien inteligente, beneficioso, más humano e incluso rentable históricamente, a quien todos debemos estar agradecidos.
Probablemente prefirió llorar en vez de matar y por ello más de uno le deba su existencia. ¿Hubiese sido mejor morir matando y quitar de la existencia a numerosos seres humanos y con ellos las generaciones que les hubieran sucedido?, entonces probablemente la historia le habría tratado como un valiente.
Si además, como tantos otros no hubiera dejado piedra sobre piedra en la batalla, tampoco hoy gozaríamos de esa joya que hasta algún presidente de Estados Unidos ha pedido visitar y ante la que todos nos descubrimos, que es la Alhambra. Prefirió rendirse a destruir…
Quizá hay que escribir el otro lado de la Historia más real que el que nos han contado. Ha llegado la hora de presentar ese otro lado de la realidad que nos acompaña, del que hemos prescindido con demasiada facilidad y que estamos pagando muy caro a nivel humano y económico, formado por sentimientos, emociones y voluntades, que tienen un peso decisivo en la toma de decisiones.
Por ausencia o por presencia, los sentimientos constituyen un 70/80% de cada una de nuestras decisiones. Cuando los hacemos presentes y los incluimos en dicha decisión, ésta es mucho más rica, y por tanto, enriquecedora y acertada.
Por el contrario, cuando de manera consciente o inconsciente prescindimos, es cuando se nos adelanta el ego intentando defenderse de los demás, lo que se traduce en una reducción de la realidad sobre la que se está decidiendo.
Sólo somos conscientes de un 20/30% de nuestra existencia. Este es el porcentaje que racionalizamos creyendo que lo hacemos en su totalidad. Se nos escapa el 70/80% restante que sigue estando presente, incidiendo en el resultado fuera de nuestro control.
Este desequilibrio entre emoción y razón está produciendo serias consecuencias en la vida diaria y en la actividad económica. Las tremendas situaciones que nos ofrece el día a día de nuestra realidad cotidiana, como robos con violencia extrema, agresiones a prisioneros, a mujeres, a mendigos, o entre compañeros de clase, y aquellas relativas al mundo empresarial como el desajuste entre la vida personal y profesional, el mobbing laboral, o la caída de productividad por miedo, desconfianza y aislamiento personal nos confirman este desajuste humano.
Ahora bien, en su correcta evolución radica también la gran esperanza de futuro: Personalidad frente a personalismos, sensibilidad frente a sentimentalismos, unos y otros tan dañinos en nuestras organizaciones.
Interpretar la realidad desde el corazón en primera instancia, permite razonar de manera integral a continuación. Ello requiere entrenar la voluntad, la exigencia, la interacción generosa, la empatía…, cualidades todas ellas curiosamente eliminadas de la preparación profesional actual.
La sensibilidad exige observación y escucha. La personalidad lleva a poner a disposición de los demás la propia forma de ser. Todo ello incrementa el autoconocimiento, la autoconfianza y por tanto, el liderazgo y la capacidad de atraer y volver a interesar a la gente por lo que hace.
Actuar un poco menos y pensar un poco más, nos permite imaginar posibilidades reales, soñar lo que puede llegar a existir, idear nuevas formas de hacer. No se trata de repartir más aún la misma tarta, se trata de ampliar el ilimitado diámetro de la misma. Está todo por hacer y nos estamos peleando por lo que hay. Es verdad que el ser humano tiende a la mayor comodidad con el mínimo esfuerzo, con una salvedad: la ilusión.
El mundo del futuro podríamos sintetizarlo en dos: los que piensan y los que actúan. Los que piensan, generan opciones y superan cualquier adversidad, mientras que los que actúan irán a remolque de las crisis.
En esta ocasión la clave no es poder, que permanece en los depositarios de grandes lobbies transnacionales, la clave es querer y ningún poder puede eliminar el querer. Querer es poder, pero poder no es querer. Aquí la decisión es solo nuestra, y nosotros decidiremos que poder queremos.
Pilar Gómez-Acebo,
Docente en el postgrado de liderazgo y Coaching-ESIC, Business & Marketing School.